Ningún partido es sencillo si enfrente está Francia. Que se lo digan si no a Luis Aragonés y a sus chicos tras la desagradable tarde de Hannover en el pasado Mundial. Los galos atesoran siempre un nivel competitivo envidiable, que juntado a la naturaleza bestial de sus nacionalizados les convierte en un bloque sólido, mucho más en categorías inferiores, donde la diferencia física es muy determinante.
Pero España mantiene su idea romántica. La que dice que en este deporte el talento es superior a la fuerza y la inteligencia es más que el músculo. En definitiva, que la química supera a la física. Así lo intenta inculcar Luis al primer equipo y así lo llevan expresando con éxito los chicos de las inferiores. Ahora, en Corea, se verá de nuevo si tiene sentido seguir sufriendo por esta metodología o si sería mejor decantarse definitivamente por la escuela italiana, por ejemplo.
De momento, los dos antecedentes de este mismo año indican que la Selección va por buen camino. Tanto en el Europeo Sub-17 como en el Sub-19 se superó a los franceses, con más holgura (2-0) en el primero de los casos, precisamente el que se revivirá mañana. Si a esto se le añade que Bojan atraviesa un gran momento, hay motivos para pensar en una alegría. Sería otro gran refuerzo para la filosofía española. Y de paso vengaría lo de Hannover.
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